CHICAGO Y COSTA ESTE EN 21 DÍAS – Camino a NY y… ¡tarde de baseball!

Lunes, 06 de Junio de 2016.
Hoy dejábamos Boston y comenzábamos la recta final de nuestro viaje. Y como no podía ser de otra manera, íbamos a finalizarlo en la que, para nosotros, es LA CIUDAD, así, con mayúsculas: New York!!!! Esta era nuestra tercera visita a la Gran Manzana y estábamos tan ilusionados como la primera vez. Además, en esta ocasión llegaríamos de un modo distinto a las anteriores: en tren. Una nueva experiencia. 😉

Nos despedimos de Boston con un buen madrugón, ya que nuestro tren salía tempranito (a las 08:20 para ser exactos). Como el día anterior habíamos vuelto al hotel antes de lo previsto y nos habíamos ido a dormir más temprano de lo habitual, no nos costó demasiado ponernos a funcionar cuando el despertador sonó a eso de las 06:30 de la mañana; de hecho, yo incluso me desperté un rato antes. ¡Qué bien nos había sentado ese descanso «forzoso»!
Total, que recogimos todas las cosas -que cada vez iban siendo más e iba costando más trabajo meterlas en las maletas…jiji-, hicimos el check out en el hotel y nos fuimos a la estación, que estaba bien cerca, apenas a 200 metros. Allí, como habíamos llegado temprano, desayunamos algo y aprovechamos para acercarnos al mostrador de información para preguntar por el tema de las maletas; el caso es que no teníamos muy claro si las había que facturar o qué, así que una señora muy amable nos informó que no era necesario, que tendríamos sitio en el tren para colocarlas. Esta información, si bien no fue errónea, no fue del todo exacta… os explico por qué: nosotros tuvimos la suerte de llegar pronto al tren y poder coger asientos en uno de los extremos del vagón, donde justo detrás -o delante según te sientes- están los típicos porta-maletas donde poder colocarlas; sin embargo, más tarde se subió gente que ya no pudo situarlas y se vieron obligados a viajar con ellas como buenamente pudieron en sus asientos (eso, mientras no pasaba una revisora que era una quisquillosa y se negaba a que el equipaje viajase así…). En fin, que nosotros viajamos a gusto, pero con la suerte de haber podido «deshacernos» de las maletas; quizás no es mala idea facturarlas y recogerlas luego en destino, como si de un vuelo se tratase.

El viaje en tren fue, como digo, de lo más cómodo y llegamos a Nueva York a la hora prevista: las 12:20 de la mañana. Entrar a la ciudad camino a Penn Station es una sensación que no habíamos tenido nunca y es una pasada… jeje… Ya cuando empezamos a vislumbrar desde la ventanilla el skyline de Manhattan nos entusiasmamos tanto que no podíamos dejar de gritar: «¡Mira el Empire! ¡y el Chrysler! ¡y el nuevo rascacielos de la zona cero! ¡ahí subiremos!»… ¡Jajajaja! Era como si lo viésemos todo por primera vez. Los que sois unos enamorados de esta ciudad, que sé que hay unos cuantos, nos entenderéis completamente. Yo creo que da igual las veces que visites NY, siempre lo harás con la misma ilusión y entusiasmo. Al menos nosotros así lo haremos. 🙂

Una vez en Penn Station, y nada más salir a la calle, dejamos a un lado los mapas que hasta entonces no habíamos parado de utilizar para guiarnos por las distintas ciudades: allí sí sabíamos cómo movernos. ¡Eso era territorio conocido! Jeje… Y sí, nada más poner un pie en la acera, nos dimos cuenta de que estábamos en New York City: gente, gente, gente, tráfico, ruido, luces…. ¡MARAVILLOSO!

Nuestro hotel, el «Night Hotel Theater District» estaba situado en la calle 45th con la 7ª Avenida, en pleno Times Square. Vamos, en el «centro del mundo», así que decidimos llegar hasta allí caminando. Quizás fue un poco incómodo al ir con las maletas, pero no habría merecido la pena ir en metro o coger un taxi.

fachada del Night Hotel Theater District de Nueva York

Cuando llegamos la habitación no estaba lista, cosa que ya suponíamos por no ser aún la hora del check-in, así que dejamos allí las maletas, cogimos lo indispensable y nos fuimos a cumplir lo que nosotros llamamos «nuestra tradición neoyorquina». Y esta no es otra que ir a almorzar al mismo restaurante al que fuimos en nuestras anteriores primeras veces en la ciudad; o sea, que siempre vamos al mismo cuando llegamos: el «Angelo’s Pizza», en Broadway, entre la 53rd y la 54th.

restaurante Angelo's Pizza en Nueva York

Su nombre no da lugar a dudas y se trata de un restaurante italiano donde hacen unas pizzas al horno de carbón que quitan el hipo; y los platos de pasta, además de enormes, están para chuparse los dedos. Todas las veces que hemos ido hemos comido fenomenal. ¡Recomendado 100%!

Con el hambre ya saciada e imbuidos completamente del ambiente neoyorquino (¡cómo nos gusta!) nos fuimos a dar un paseo por los alrededores para hacer un poco más de tiempo antes de volver al hotel.
Hicimos la visita obligada -siempre está de paso- por Times Square, que nunca hasta ahora la habíamos visto «peatonal». En nuestras visitas anteriores no estaba como lo está ahora, con una parte cortada al tráfico. Así que, si antes se acumulaba gente, ahora no os quiero ni contar…

Lidia en Times Square de Nueva York

Nos acercamos también hasta Bryant Park, uno de mis parques preferidos de la ciudad, donde aprovechamos a sacar en una de sus paradas de metro una tarjeta de transporte, la Metro Card, para utilizarla durante los días que íbamos a estar por allí. Es recargable y puedes ir metiendo el dinero que quieras, según vayas gastando, así que para nosotros es la mejor forma de usar el subway en Nueva York. Y mientras estábamos en la máquina, tuvimos una visita de lo mas «agradable»…. ¡una de las famosas ratas del metro neoyorquino! ¡Aaaaaaaaaghhhh! Yo es que ODIO las ratas, ratones y todo lo que se le parezca; me dan un asco que me muero, así que casi me da mal cuando la vi pasar por delante nuestro como si tal cosa… Sergio intentó que no la viera, pero como para no verla… ¡parecía un gato! ¡Puaj! Según os lo estoy contando, se me están poniendo los pelos como escarpias…

En fin, después de este desagradable encontronazo, nos fuimos ya sí para el hotel. Necesitábamos descansar después del madrugón que nos habíamos dado y la primera pateada por la Gran Manzana.
Nuestra habitación ya estaba lista y habían subido las maletas. Este hotel hace honor a su nombre, «Night» (noche) y está decorado en tonos oscuros y con muy poquita luz; aún así nos pareció muy coqueto y la estancia fue muy agradable. La habitación, si bien pequeñita, estaba equipada con todo lo necesario y fue una buena base, sobre todo porque la situación es inmejorable.

Night Hotel de Nueva York

Además, tuvieron un detalle muy chulo: y es que, cuando hicimos la reserva, les comentamos que ese año era nuestro 10º aniversario de boda y ese viaje era una celebración, con la guinda final en Nueva York; así que cuando llegamos a la habitación, nos encontramos con esto:

botella de champán en el Night Hotel de Nueva York

Detalles así son los que hacen que un hotel se distinga de otros… ¡Nos encantó!

Como os contaba un poco más arriba, aprovechamos las dos horas siguientes para descansar, hasta que llegó la hora de dirigirnos al Bronx… ¡nos íbamos a ver un partido de baseball de los Yankees! Yeeeehaaa!!!
Las entradas las habíamos comprado unos meses antes de comenzar el viaje, a través de Ticketmaster. Para seros sincera, no recuerdo exactamente lo que nos costaron, pero rondaban los $60 cada una.
Yo no era el primer partido de baseball que veía; la primera vez que fui a Estados Unidos, con 19 años (vamos, antes de ayer… jiji), la familia con la que pasé parte del verano en Orange County, me llevaron a ver a los Angels de Anaheim. ¿Y a que no adivináis contra quien jugaban ese día los Yankees?  ¡Premio! ¡Contra los Angels! ¿Coincidencia? 😉

Para llegar al Yankee Stadium cogimos el metro, concretamente la línea D, que en algo más de 20 minutos nos dejó junto al estadio.

Sergio en el estado de los Yankees en Nueva York

Al llegar, el ambiente estaba ya animadísimo: cientos de personas con sus gorras, camisetas, manos de esas gigantes,… y, como no queríamos ser menos, nada más entrar dentro, nos fuimos directos a la tienda oficial para hacernos con un par de gorras del equipo local. ¡No queríamos desentonar!

Lidia y Sergio en el estado de los Yankees de Nueva York

Desde nuestros asientos teníamos una perspectiva muy chula del campo y no nos perdimos detalle. Además, las pantallas gigantescas que rodean todo el estadio hace imposible que te pierdas lo más importante.

estado de los Yankees en Nueva York

partido de baseball de los Yankees en Nueva York 1

partido de baseball de los Yankees en Nueva York 3

partido de baseball de los Yankees en Nueva York 2

partido de baseball de los Yankees en Nueva York 4

Tanaka de los Yankees

Nuestra intención en un principio era quedarnos un ratito e irnos cuando nos comenzásemos a aburrir, peeeeero…. ¡eso nunca pasó! ¡Así que nos quedamos hasta el final! Y menos mal, porque pudimos ver cómo los locales le daban la vuelta al marcador y ganaban un partido que comenzaron perdiendo. Cuando el partido acabó, nosotros nos habíamos hecho fans absolutos del equipo de casa. «Let’s go Yankees!!!», era «nuestro» grito de guerra. ¡Jajajajaja!
Y no os digo nada cómo celebrábamos cuando algún yankee hacía un home run… ¡la locura se desataba en el estadio!

Aprovechamos también, cómo no, para cenar allí mismo: unos perritos del famoso «Nathan’s», y una Pepsi gigante, por $14. ¡Cómo lo disfrutamos!

comida en el estadio de los Yankees de Nueva York

Ya era de noche cerrada cuando el partido finalizó, con el subidón de la victoria, así que salimos entre la multitud del estadio y nos dirigimos nuevamente hacia el metro, aún con los cánticos acompañándonos durante el camino.
Hicimos el recorrido a la inversa, aunque en esta ocasión tardamos mucho más por la cantidad de gente que se agolpaba por todos lados. Jamás de los jamases habíamos visto tal cantidad de personas en el metro… ¡ni en Tokio en hora punta! Nos lo tomamos con calma, qué remedio, aunque un poco agobiados, eso sí; ni siquiera teníamos necesidad de agarrarnos en el vagón de lo apretujados que estábamos. Jaja…

Cuando llegamos al hotel eran ya como las 10 de la noche, así que nos fuimos directamente a descansar. Nuestro primer día en Nueva York había sido de lo más emocionante y aún a día de hoy -sobre todo cuando nos ponemos nuestras gorras- cantamos aquello de…

LET’S GO YANKEES!!!