COSTA OESTE EN 15 DÍAS – Hollywood, Rodeo Drive y Beverly Hills

Sábado, 07 de septiembre de 2013.
Me despierto desorientada. He dormido taaaan bien… Habíamos puesto el despertador para las 8 de la mañana, si no recuerdo mal, y todavía no había sonado. No tardará mucho. Miro el reloj y……¡¡¡¡las 3:10 de la mañana!!!! ¡¿Cómo?! ¡Pero si parece que haya dormido como doce horas! Estoy completamente espabilada, no me lo puedo creer; y lo más gracioso de todo es que Sergio, a mi lado, estaba igual que yo. ¿Y qué haces un sábado a las 3 de la mañana? Normalmente es la hora en la que llegas a casa después de ir de “marchuki”, ¿no? Jejeje… Pues nada, como ya no teníamos una gota de sueño, lo que hicimos fue organizar un poco el día, darnos una duchita y salir “a explorar”… La exploración nos salió un poco rana, ahora os cuento; y sí, fue mi culpa, lo reconozco. Pero tampoco pensé que tardase tanto en amanecer.
Bueno, antes de contaros mi metedura de pata, comentaros algo que también nos parecía muy raro: y es que nos levantamos sin nada de hambre. Y eso que no habíamos cenado la noche anterior y que la comida del avión tampoco es que se pueda considerar…consistente, digamos. En fin, seguro que habría tiempo suficiente para que nos entrara la gusilla, así que cero preocupaciones.

Vale, ahí voy: mi idea, aprovechando que tendríamos tiempo de sobra, era subir hasta la zona en la que se ve el cartel de Hollywood, por Mullholand Drive, y así tener hecha ya esa visita, para luego bajar tempranito para Hollywood Boulevard y aprovechar a ver la zona sin gente. Cuando salimos del hotel eran como las 04:30 de la mañana así que calculé que mientras llegábamos y tal, ya habría amanecido. ¡Ja! Eso es lo que yo me creía… Total, que como había poquito tráfico, enseguida encaminamos las colinas y… ¡ni una gota de luz! ¡Qué miedo pasé! La carretera era bastante sinuosa y no se veía nada de nada; así durante un ratito, hasta que decidimos dar la vuelta porque aquello no tenía pinta de nada bueno. Y el amanecer “no se veía por ningún sitio”. ¡Madre mía! La primera en la frente, como se suele decir. ¡Y Sergio casi me mata! Con toda la razón, he de decir… ¡Malísima idea! Total, que nos fuimos a Hollywood Boulevard pero, claro, ahí todavía no había nada abierto, ni gente, vaya. ¡Es que nuestro madrugón fue de órdago! Claro, yo había dormido tanto que me parecía que eran ya las 10 de la mañana, cuando no pasaban ni de las 05:30… En fin…

Y ahí, a Sergio se le puso a funcionar la neurona y pensó que podíamos ir al Observatorio Griffith y ver el amanecer desde allí. ¡Eso sí que fue una buenísima idea! Nos encaminamos hacia allí y nos dimos cuenta de lo madrugadora que es la gente: ya había muchísimos haciendo deporte por la zona. Y qué valor, porque hay algunas cuestas que…. Total, que cuando llegamos arriba ya nos hicimos una idea de lo bonito que era aquello y de lo que íbamos a disfrutar ese amanecer.

Observatorio Griffith de Los Angeles

Las vistas desde el Observatorio son espectaculares. Por cierto, la dirección exacta –la que nosotros pusimos en nuestro GPS- es 2800 East Observatory Avenue. No tiene pérdida porque hay muchas indicaciones a lo largo de toda la carretera.
Y estas son las vistas de LA desde allí arriba y el precioso amanecer que nos ofreció la ciudad:

vistas de Los Angeles desde el Observatorio Griffith

Lidia y Sergio en el Observatorio Griffith de Los Angeles con vistas a la ciudad

Qué rato más agradable pasamos allí paseando, haciendo fotos, disfrutando de las vistas,… La pena es que a esas horas el Observatorio estaba todavía cerrado; pensamos en volver otro día de noche pero, como más adelante veréis, no nos dio tiempo. ¡Para la próxima!

Lidia y Sergio delante del Observatorio Griffith de Los Angeles

A eso de las 07:30, pusimos rumbo hacia abajo, pero quisimos pasar antes por la zona más cercana posible al cartel de Hollywood para sacar alguna foto. Ya sabéis que no se puede subir justo hasta arriba, pero gracias a las indicaciones que habíamos leído, encontramos un sitio muy chulo: 3147 Canyon Lake Drive. Es un parque muy cuco donde hay mucha gente con sus perros y las vistas del cartel son geniales.

Sergio con el cartel del Hollywood al fondo en Los Angeles

A esa hora ya nos estaba entrando el hambre, así que decidimos poner rumbo a Hollywood Boulevard y pasar el resto de la mañana por esa zona. Eso sí: lo primero sería encontrar aparcamiento e, inmediatamente después, ir a desayunar.
En un primer momento, teníamos claro dónde dejaríamos el coche: en el parking que hay en el centro comercial al lado del Teatro Chino, peeeeero…. ¡obras! ¡Pero cómo era posible! Si hacía como 3 horas que habíamos pasado por allí y no había nada, ni carriles, ni calles cortadas, ni policía… Pues nada, que en ese tiempo habían desplegado “todos los efectivos” y no había forma de llegar al parking del mall. Habría que buscar el plan B: dar vueltas hasta llegar a un parking público.
Lo cierto que no nos costó mucho: justo detrás del Teatro Capitán hay uno –al aire libre, eso sí- que por $20 dejas el coche todo el día y está vigilado; lo único malo que está “a la solana”. Vale, el precio ya sé que es un poco demasiado pero, ya de vuelta, nos dimos cuenta que lo del tema “parking” iba a ser un gasto importante del viaje; en comparación, casi gastas más en aparcamiento que en gasolina, por increíble que pueda parecer.

Teatro Capitán de Hollywood Boulevard en Los Angeles

Una vez que dejamos el coche nos fuimos a desayunar. En el centro comercial de enfrente encontramos un Starbucks –lugar habitual a partir de entonces en todo el viaje-, donde comimos unos sandwiches y café que, a pesar de ser “estadounidense”, no estaba del todo mal… ¿sería el hambre que hacía que las percepciones fueran distintas? Jejeje… Ya con el estómago lleno y viendo que las tiendas del centro comercial todavía no estaban abiertas, decidimos ir a ver el Mann Chinese Theatre, con sus famosas huellas de actores y artistas.

Teatro Chino de Mann en Los Angeles

Mira que era temprano y aún así ya había muchísima gente, lo cual hacía complicado ver las huellas, pero rebuscando, rebuscando, llegué a la que quería:

huellas de Tom Hanks en el Teatro Chino de Hollywood

Es mi actor favorito y me hice una especie de “homenaje a mí misma”. Os explico: la primera vez que fui a USA, concretamente a Los Angeles, tenía 19 añitos (ya llovió desde entonces) y mi ilusión era ver la estrella de Tom Hanks. Pues bien, el caso es que familia con la que me quedaba allí, que eran una amor, cumplieron mi deseo y me llevaron a Hollywood, a ver la estrella; y, sin ni siquiera saberlo, el día antes de que yo fuese, el mismo Hanks había puesto sus huellas en el Theatre. Qué pena no haber estado allí un día antes, ¿verdad? El caso es que en esta ocasión, con “taitantos” años más :-), quise rememorar ese día yendo de nuevo a las huellas. Es una tontería, ¡pero a mí me hizo mucha ilusión!

Justo al lado, se encuentra el Teatro Dolby, al que también se puede entrar (solo en el lobby, eso sí) y eso hicimos. Este ha sido durante muchos años el escenario donde tiene lugar la entrega de los Oscar; he de confesar que a día de hoy no sé si sigue siendo esta la sede o no. Si alguno lo sabe y me lo puede confirmar, genial. Ahí hicimos un poco el «chorras», posando como estrellas de cine… Vale, solo posé yo. ¡Jaja!

Sergio en el Dolby Theatre de Hollywood

Lidia en el Teatro Dolby de Hollywood Los Angeles

Pues nada, después de deambular durante un rato por allí, proseguimos nuestro paseín por Hollywood Boulevard. Estrellas y más estrellas, de las cuales veíamos muchas que nos llamaban la atención, pero después de unos metros mirando al suelo… mejor mirar hacia delante para no chocar con el que te venía en frente y hacía lo mismo. Jejeje… ¡Ay por cierto! Que justo delante del Dolby estaban montando un “tinglao” con luces, alfombra roja, cámaras… ¿¿¿???

montando la alfombra roja en Hollywood Bulevar

¡Tenía que enterarme de quién iba a estar por allí! A ver si venía alguien interesante y nosotros nos lo perdíamos… ¡no era plan! Además, incluso había gente ya por allí con sillas y demás para estar en primera fila…. Total, que me acerqué a una de las chicas y le pregunté. Al final, resultó que quienes iban eran los de “Sons of Anarchy”, una serie de televisión; si os sois sincera, jamás había oído hablar de ella, así que no me dio pena tener que irme.

Seguimos nuestro paseo por el Boulevard tranquilamente, con mucho calor y entrando en alguna que otra tienda, aunque en ninguna nos entreteníamos mucho porque era el primer día y no era plan de empezar ya con nuestro/mi afán consumista… Hasta que llegamos a una que nos llamó la atención desde fuera. Lo cierto es que no recuerdo el nombre, pero había cosas del ejército y a mí toda esa parafernalia me encanta así que… ¡pa’ dentro! Aquí sí que nos entretuvimos un buen rato e incluso pedí permiso para hacer fotos para poder enseñárselas luego a mi padre, que es súper-fan de todo este tema (de casta le viene al galgo…).

tienda del ejército en Hollywood Boulevard en Los Angeles

Después de caminar un buen rato, decidimos dar la vuelta y volver al mall donde habíamos desayunado, que por allí también había algunas tiendas que nos habían parecido interesantes. Hacía muchísimo calor y parecía que ya nos entraba un poco “la gusa”, así que decidimos quedarnos en esa zona y comer algo ligerito, en el propio centro comercial. Mira que no habrá sitios donde comer algo por allí… ¡pues debimos escoger el peor! ¡Jolín qué mal! Ya ni recuerdo cómo se llamaba el sitio (memoria selectiva) pero de lo que sí me acuerdo es de la comida: Sergio se pidió una ensalada César y yo un wrap… bueno, pues resultó ser exactamente lo mismo, pero el mío con el panecito este tan típico de los wraps y lo de Sergio en un bol de ensalada…

centro comercial en Hollywood Los Angeles

Pues ya con el estómago…. ¿lleno?… volvimos a por el coche y nos encaminamos a nuestro siguiente destino: “¡Ve a Rodeo Drive, pequeña!”. ¿Os acordáis de esta frase de película? Yo he visto “Pretty Woman” como una 15 mil veces, así que… ¡A Rodeo Drive!
Llegamos allí y lo primero, parking. Esta vez encontramos uno público pero ya subterráneo, y menos mal porque nuestro pequeño Tucson, que había estado al sol tooooda la mañana “se había quedao tostaíto”, el pobre. Esta vez fueron $15 y podíamos tenerlo hasta la medianoche. Al final, estuvimos poquito tiempo, pero bueno… ¿qué se le va hacer? Vimos sitios por la calle, pero todos estaban ocupados y, por vez primera, vi los parquímetros individuales acerca de los cuales había leído. Me llamaron tanto la atención que tuve que hacerles una foto; ¡si hasta se pagaba con tarjeta! A lo largo del viaje, nos encontramos con muchísimos de estos y alguno usaríamos.

parquímetro en Rodeo Drive

Pues nos dimos un paseíto por Via Rodeo muy agradable porque parecía que allí estaba más fresquito y todo. Sergio decía que claro, como era una zona de ricos, allí había hasta aire acondicionado por la calle. Jajaja… No sé lo que era, pero el caso es que sí es cierto que no había tanto bochorno.

Lidia en Via Rodeo en Los Angeles

Vimos las tiendas tan famosas y taaaaaan carisísimas que hay por allí, unos cochazos que hasta a mí me llamaban la atención, unas señoronas que se les veía que les caían los $$$ por las orejas,… ¡Barrio de ricos!¡Ah! Y el famoso hotel que sale en la peli que os decía antes: el «Royal Beverly Wilshire».

Hotel Royal Beverly Wilshire en Los Angeles

Después del paseo, nos sentamos en un banquito que había por allí a la sombra y estuvimos descansando un rato. Luego, decidimos volver a por el coche e irnos hacia Beverly Hills.

señal de Beverly Hills en Los Angeles

Nos metimos por lo que es el barrio con el coche y estuvimos por allí viendo las casas. Bueno, eso no son casas, eso son mansiones. Pero lo cierto es que no fue algo que nos llamara la atención excesivamente. Son casas; grandes, sí y muchas de ellas bonitas, sí, pero casas, al fin y al cabo. Por cierto, por si os interesa, la foto del cartel la hicimos en el cruce entre Santa Monica Boulevard y N Doheny Drive. También nos acercamos hasta el famosísimo “The Beverly Hills Hotel”, donde debía haber una fiesta o algo así porque llegaba gente de lo más elegante.
Con todo esto, cabía la posibilidad de acercarnos hasta Bel Air, pero como estábamos bastante cansados y no nos apetecía seguir viendo más casas, decidimos ir encaminándonos hacia el hotel y hacer una paradita en un supermercado para comprar algo y cenar en la habitación.

Paramos en un “Ralph’s” (no muy barato, precisamente), compramos unos sándwiches, unos snacks y algo de chocolate y nos fuimos ya a descansar. Para ser el primer día, no había estado del todo mal, ¿no os parece? Había sido muy largo y lo habíamos aprovechado muy bien, así que ahora tocaba descansar y coger fuerzas para el día siguiente.

 

 

 

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