Holyrood, Calton Hill y tarde de pintas

Sábado, 14 de Septiembre 2019.

En nuestra escapada a Edimburgo en 3 días, habíamos dejado el último día en la ciudad sin apenas preparar. Lo único que teníamos completamente claro es que a la tarde íbamos a conocer a Ana, la persona que está detrás del maravilloso blog «Lovely Scotland», con quien tanto yo había hablado durante la preparación de este viaje. ¡Teníamos ambas unas ganas enormes de ese encuentro! Pero antes, la mañana estaría llena de visitas muy interesantes.

Sin madrugar mucho, nos acercamos de nuevo a la Royal Mile y la recorrimos, esta vez, hacia abajo, para ir a ver el Palacio de Holyrood. Por el camino hicimos varias paradas y la primera fue sorprendente porque ¡nos volvimos a encontrar en pleno rodaje! Esta vez de la peli «Fast and the Furious»… no sé cuántas van ya:

Tenían parte de la Royal Mile copada con cámaras, vallas, policías… Nos acercamos -como buena cotilla que soy yo- a ver si veíamos a alguno de los actores, pero enseguida vino un poli, muy amable eso sí, a decirnos que no podíamos estar parados, que teníamos que seguir nuestro camino. Pues nada, nuestro gozo de ver a «La Roca» en un pozo…

Continuamos, pues, hacia abajo parándonos cada nada: para entrar en los diversos closes, para hacer fotos a todos los edificios que hay a lo largo del recorrido (que algunos son maravillosos) o para hacer alguna compra, como por ejemplo la figurita de Navidad para el árbol que nos compramos en ‘Ye Olde Christmas Shope’, una de las tiendas de Navidad abiertas todo el año que te puedes encontrar en Edimburgo.
Uno de esos edificios que nos llamó más la atención es el que está sobre la ‘Tolbooth Tavern’, en Canongate, que formó parte del antiguo edificio medieval donde se recaudaban los impuestos:

Prácticamente en frente, junto al Museo de Edimburgo, se encuentra el Bakehouse Close, uno de los callejones que yo más ganas tenía de visitar por su implicación con «Outlander«, de la que me declaro fan absoluta. Además de que este close es uno de los mejor conservados de la ciudad, sirvió de escenario para la serie como la imprenta de Alexander Malcom, el apodo de Jamie. Subí las escaleras a ver si me lo encontraba, pero no hubo suerte… 😉


Pues después de todas estas pequeñas paradas, llegamos al Palacio de Holyrood, al final de la Royal Mile. Lugar de residencia de los reyes, a día de hoy Isabel II sigue usándolo en sus visitas a Edimburgo. Si antes la residencia real era el Castillo de Edimburgo, con el reinado de Jacobo IV comenzó la construcción del Palacio -la primera residencia-; Jacobo V posteriormente hizo construir la torre en la que viviría María Estuardo, entre 1561 y 1567.

La entrada nos costó £16.50 cada uno y las compramos directamente en las taquillas, aunque se pueden comprar también a través de su página web. Incluye la visita al Palacio, a la Abadía y a los jardines, e también audioguía.

La visita comienza en el patio, donde hay una fuente inspirada en la del Palacio de Linlithgow.

Se accede al interior a través de esta puerta sobre la cual aparece el magnífico escudo de armas de armas de Escocia, con la frase en latín «Nemo me impune lacessit» («Nadie me ofende impunemente»), lema oficial del Reino de Escocia que ya habíamos visto en otros lugares, entre ellos, a la entrada del Castillo de Edimburgo.



Una vez atraviesas el muro, llegas a una especie de patio interior similar a un claustro de una iglesia. Desde allí, a mano derecha comienza la visita del interior, donde no está permitido hacer fotografías.



Para nosotros, que como sabéis nos encanta la Historia, la visita es totalmente recomendable. Lástima que no os pueda mostrar fotos, pero las estancias son impresionantes. Salones y salas decoradas con tapices, cuadros, techos con molduras… Y el sentimiento de suntuosidad llega a su cenit cuando accedes a las habitaciones reales. Especialmente nos llamó la atención la habitación de María, Reina de los Escoceses. Después de haber leído su biografía, poder pisar esos lugares donde tanta Historia tuvo lugar, me pareció un regalo. Junto a ella, está la Outer Chamber, la habitación que ella usaba para recibir a sus visitantes, y otra sala más a continuación donde se exponen enseres y joyas de la reina más famosa de Escocia.
También pudimos ver la Supper Room, donde tuvo lugar el atroz asesinato de David Rizzio, secretario privado de la reina, gran amigo y, las malas lenguas dicen, su amante.

Cuando acabamos la visita al interior, volvimos a salir para visitar la Abadía de Holyrood. Lamentablemente, a día de hoy solo quedan sus ruinas: una de las entradas y la nave gótica. Aún así, la visita es indispensable si vas a Holyrood, porque realmente es un lugar lleno de magia:




Saliendo por la parte de atrás de las ruinas, uno tiene acceso a los jardines, un paseo que pone la guinda a la visita de Holyrood.





Por cierto, desde aquí se obtienen unas vistas espléndidas de Arthur’s Seat, la colina más alta de Edimburgo y considerado uno de los mejores miradores de la ciudad. Nosotros no pudimos subir por falta de tiempo, pero está en nuestra lista de pendientes.



Cuando salimos de Holyrood era ya la hora de comer. Intentamos encontrar una mesa en el ‘Oink’ de Canongate, en la Royal Mile, pero es un local muy pequeñito y estaba todo lleno. Queríamos probar, a toda costa, su famoso sandwich de pulled pork (carne de cerdo desmechada), así que se nos ocurrió pillar los sandwiches para llevar y buscar un sitio donde comerlos en la calle. Hemos de confesar que nos liamos un poquito a la hora de pedir, porque hay que hacerlo por partes: primero, escoges el tamaño -hay tres distintos-; luego, el tipo de pan -blanco o integral-; después el relleno, que puede ser haggis o salchicha con cebolla; y por último, la salsa, que hay unas cuantas. No recuerdo bien lo que pedimos, pero lo que sí tengo claro es que ambos escogimos el relleno de haggis y nos encantó. ¡Pedazo de bocata que nos trincamos! ¿Y sabéis dónde? Pues ni más ni menos que delante del Parlamento, en una especie de bancos/fuente que hay entre éste y el Palacio de Holyrood. Y oye, que no éramos los únicos que estaban comiendo allí, no os vayáis a pensar… Eso sí, nos costó un poquito por culpa del viento. 😉
Por cierto,  y ya que he nombrado el Parlamento… Hay gustos para todos, pero a nosotros nos horrorizó el edificio.

Después de almorzar en plan picnic teníamos que bajar el atracón que nos habíamos pegado, así que decidimos subir a otra de las colinas de Edimburgo: Calton Hill. Sin embargo, fuimos dando un rodeo para ver uno de los monumentos emblemáticos de la ciudad que, hasta entonces, sólo habíamos visto por la noche: el Scott Monument.


No me digáis por qué, pero a mí me recuerda un poco al Albert Memorial de Londres. ¿Vosotros qué opináis?

Desde allí ya comenzamos la subida a Calton Hill, siguiendo todo recto por la misma calle hasta llegar a las escaleras que dan acceso a la colina. Y una vez arriba… ¡el viento casi nos impide avanzar! Madre mía, cómo pegaba. Había momentos que teníamos que resguardarnos porque no podíamos ni caminar. Eso sí: las vistas -tan típicas- de Edimburgo desde allí son para no perdérselas, por mucho viento que haga.


En Calton Hill pueden verse varios monumentos. Seguramente el más característico es el Monumento a Dugald Stewart, filósofo escocés, porque es el que aparece en todas las fotos típicas de la colina con Edimburgo a sus pies. Se modeló a partir de la Linterna de Lisícrates, de Atenas.


¿Verdad que os suena? También está el Old Observatory House


…o el National Monument, que pretendía ser una réplica del Partenón de Atenas. Comenzaron a erguirse columnas clásicas, pero a los 3 años del inicio de la construcción, los fondos se agotaron y todo quedó paralizado, dejando sólo las columnas que vemos a día de hoy. Imposible sacar una foto decente porque había un grupo que no se fue de allí en todo el rato que estuvimos. Mirad:


Por último, otro de los monumentos de Calton Hill es el Nelson Monument. Es una torre en forma de telescopio alzada en honor al vicealmirante Nelson, para conmemorar la famosa batalla de Trafalgar. Se puede subir los 143 escalones que llevan a la terraza, cosa que nosotros no hicimos por el viento.


El frío que estábamos pasando nos hizo ya emprender el camino de bajada hacia la ciudad. Allí buscamos un lugar para tomarnos un café calentito mientras esperábamos a Ana y Jose, que nos vendrían a buscar en coche.

A las 5 de la tarde nos recogieron y la conexión fue instantánea. ¡Qué tarde más agradable pasamos! Tanto es así, que la única foto que hay, que la hicimos en el Dr. Neil’s Garden de Duddingston -del que apenas disfrutamos por estar hablando todo el rato-, es esta:


Y es que la tarde se nos pasó volando entre pintas y risas. Por cierto, en Duddinsgton nos llevaron a un pub situado en una antigua posada, que dicen es uno de los más antiguos de Edimburgo: ‘The Sheep Heid Inn’. Allí intentamos cenar algo, pero estaba todo reservado, así que nos fuimos de vuelta al centro, donde tomamos una última cerveza en el ‘BrewDog’ de Cowgate.
Para rematar el día y nuestro viaje, descubrimos un sitio chulísimo donde cenamos, ‘Under the Stairs’. Se trata de un restaurante  escondido -como su nombre indica- bajando unas escaleras y donde tienen unos platos distintos a cualquier otro lugar al que hayamos ido. ¡Ah! Y bastante bien de precio. Lo recomendamos.

Pues chicos, así acaba nuestra pequeña escapada a Edimburgo: con una compañía inmejorable y unos recuerdos que no olvidaremos. Nos quedaron tantas ganas de más Edimburgo y más Escocia, que este año, volvemos. Pronto os contamos la ruta que vamos a hacer durante 14 días en este país que nos enamoró.