JAPÓN 2018 – Tokio: Ghibli y Shinjuku

Lunes, 28 de Mayo de 2018.

¡Qué gran elección el hotel de Tokio! Gracias a María, de «Viajes Callejeando por el Mundo» que como siempre, y conociendo nuestros gustos, acertó de lleno con él.  Habíamos descansado maravillosamente bien. No me preguntéis por qué, porque no tengo ni idea, pero no tenemos ni una sola foto de la habitación… y mira que solemos hacerlas cada vez que llegamos a un alojamiento nuevo. Pero en este debe ser que se nos olvidó. Sorry!

Para hoy teníamos las entradas a un museo al que yo le tenía muchas ganas. En el primer viaje no pudo ser, pero de este no iba a pasar. Se trata del Museo Ghibli. Se trata de un museo dedicado a las obras de anime (dibus japoneses) realizadas por el estudio del mismo nombre. Para aquellos que no lo conozcáis, os animo a que veáis alguna de sus películas; y no, no porque sean de dibujos son solamente para niños (de hecho, en mi opinión hay algunas que no son precisamente muy apropiadas para niños). Alguno de sus títulos son «El Viaje de Chihiro», «La Princesa Mononoke», «El Castillo en el Cielo»… , sin olvidarme de mi preferida: «Mi vecino Totoro». ¡La habré visto como un millón de veces! Todas las que hemos visto nos encantan -y aún nos quedan muchas más por ver-,  así que estamos haciendo poquito a poco una colección de los dvd. 🙂

En las entradas no teníamos hora de visita, así que no íbamos con especial prisa, aunque sí queríamos llegar a la hora que abren, que es a las 10 de la mañana, para evitar posibles aglomeraciones. Como habíamos madrugado suficiente decidimos desayunar, antes de tomar el metro, cerca de nuestra parada, Asakusa; así que encontramos justo al lado el tan socorrido -y que tanto nos gusta- «Starbucks» y ahí que nos sentamos a degustar el café con bollos que venía siendo habitual…

Lidia en Starbucks Asakusa
Tras el desayuno, pusimos rumbo a Mitaka, que es el lugar donde se encuentra el Museo Ghibli. Para llegar hasta allí, cogimos el metro en Asakusa (como digo la parada que nos quedaba junto al hotel) hasta Ueno. Una vez allí, la línea Yamanote hasta Kanda, donde hicimos un transbordo y un cambio a la Chuo Line, hasta llegar a Mitaka.
Desde aquí hay dos opciones para llegar: ir a pie, que son unos 10 ó 15 minutos, o coger el autobús del museo. Nosotros optamos por el bus, así que salimos por la salida sur y bajamos la pasarela hacia la izquierda, donde está la parada. Allí hay información de los horarios y del precio, que es, creo recordar, ¥320 ida y vuelta. El ticket lo cogimos en la máquina (las instrucciones pueden ponerse en inglés)…

billetes para Museo Ghibli Tokio

… y se lo entregamos al chófer del bus antes de subir:

bus del Museo Ghibli Tokio

La entrada al museo está junto a la parada, no tiene pérdida ninguna y llegamos justo cuando acababan de abrir, así que pudimos estar los primeros momentos casi solos.

entrada Museo Ghibli Tokio

La pena es que no se pueden hacer fotos ni grabar dentro del museo, así que es difícil expresar lo que pudimos ver allí. Por mucho que lo intente, la fantasía e ilusión que transmite Ghibli y sus dibujos no se puede explicar con palabras.
Parecíamos niños viendo cada una de las exposiciones de la planta baja, asombrándonos con cada dibujo de la planta superior… Luego llega el turno de entrar en el «Cine Saturno», donde vimos un corto exclusivo, que solo se puede ver en el museo y que cambian cada mes; nos os preocupéis si, como nosotros, no habláis japonés, porque la película prácticamente no contiene idioma hablado. Además, otra sala… ¡la del Gato-Bus! Si no sabéis lo que es, ya estáis tardando en ver «Mi vecino Totoro». ¡Pero qué injusto! ¡Sólo pueden entrar a ella los niños! Yo quería intentar pasar… al fin y al cabo mido menos que muchos niños…jijiji… pero Sergio no me dejó. 🙁
Ya en la parte de afuera, accedimos a la terraza superior a través de una escalera de caracol de hierro.

escalera Museo Ghibli Tokio

Ahí sí que se pueden hacer ya fotos y si por algo llama la atención la terraza es por su estatua a tamaño real (unos 5 metros) del robot de otra peli preciosa: «El Castillo en el Cielo».

estatua terraza Museo Ghibli Tokio

A estas alturas ya habíamos disfrutado de todo el museo y ya había muchísima gente. Sólo nos quedaba hacer la última visita a la tienda de regalos. ¡Imprescindible! Y, claro, los que ya nos conocéis, podéis imaginaros que no salimos de allí sin -al menos- una bolsa… ¡Yo lo quería todo! Menos mal que Sergio, que es el mas coherente, centrado y sabio de los dos, me paró los pies porque sino, creo que no habríamos podido comer el resto del viaje… ¡jajaja!

A estas alturas yo ya estaba emocionadísima y quería seguir «en el mudo Ghibli», así que decidimos ir a un lugar muy especial que tiene que ver, precisamente, con mi peli favorita. Pero os voy contando paso a paso…
Volvimos sobre nuestros pasos en el bus hasta la estación de Mitaka (recordad que llevábamos billete de ida y vuelta) y allí tomamos la Chuo Line hasta la parada de Shinjuku. Teníamos que hacer transbordo y coger otra línea, pero como era la hora del almuerzo y teníamos un poquito de hambre, paramos un ratito para coger algo de comer por el camino. Dejamos, eso sí, el postre para dentro de un ratito… luego entenderéis por qué. 😉
Cambiamos como os digo de línea, esta vez a la Odakyu Line, y llegamos hasta la estación de Setagaya-Daita. Y os estaréis preguntando qué hay por esa zona, ¿verdad? Pues a unos escasos 200 metros de esta estación está la pastelería «Shiro-Hige», la única de todo Tokio que cuenta con el permiso del Estudio Ghibli para la reproducción de Totoro en forma de pastelito. ¿Cómo os quedáis?

pastelería Shiro-Hige Tokio 1


pastelería Shiro-Hige Tokio 2

Cuando entras, hay una señal indicándote si quieres subir a la zona de la cafetería, o bien entrar directamente a la tienda para comprarte tu pastel…

pastelería Shiro-Hige Tokio 3

Nosotros, por supuesto, escogimos en primer lugar el café y como había sitio en la terraza de afuera y dentro hacía demasiado calor, decidimos degustar nuestro postre al aire fresco y con un par de cafés.
En «Shiro-Hige» hay pastelitos de Totoro de varios tipos, y se distinguen entre sí por el detalle que el personaje lleva en la cabeza. Así, por ejemplo: el que lleva la hoja verde, va relleno de la crema clásica de toda la vida; el de la flor de sakura, crema aromatizada con fresas; el del lazo verde, la crema es con té matcha… y así muchos otros.
Escogimos los dos primeros:

pastelito totoro 1 pastelito Totoro 2

¡No me digáis que  no son una monada! Daba una pena enorme comérselos. De hecho, había dos chicas japonesas sentadas al lado nuestro y hacíamos lo mismo… cada una en su idioma,  jeje, pero las tres «medio llorando» por tener que destrozar a Totoro…. ¡Qué cachondeo pasamos! Bueno, yo me despedí de ellos antes de engullirlos…

pastelería Shiro-Hige Tokio 6

¡Y qué ricos estaban! Los partimos a la mitad y probamos los dos ambos. Para mí, el clásico era el más rico.
Después de terminar nuestro postre -ya casi merienda- entramos a la tienda a «bichear» un poquito y compramos un par de dulces que nos trajimos de recuerdo. Eso sí: no estaban tan ricos como los pastelitos.

Volvimos a la estación y, como Shinjuku nos quedaba de paso, decidimos dar un paseo por el barrio y acabar el día subiendo a uno de los edificios emblemáticos de la zona para ver anochecer desde allí: el Tokyo Government Building.
Shinjuku es el uno de los centros administrativos de Tokio, y la salida oeste de su estación -la cual, por cierto, está considerada como la más transitada del mundo- lleva a todo este entresijo de rascacielos y edificios burocráticos.
Y fue por ahí por donde salimos, para vernos de lleno rodeados.

Shinjuku 1


Shinjuku 2

Para seros sinceros, esta parte de Shinjuku no nos gustó mucho. Demasiados cruces, demasiados edificios que no sabíamos lo que eran porque solo tenían carteles en japonés, demasiadas veces que nos perdimos antes de llegar a nuestro destino final… pero bueno, lo conseguimos. Eso sí: después de un buen rato, muchas vueltas y mucho mirar el Google Maps -que no nos aclaraba nada porque no pillaba cobertura-. Y lo que, en teoría, debía de haber sido un paseo de unos 10 minutos hasta llegar al Tocho que es como se le conoce al rascacielos en cuestión (abreviatura de Tokyo-to Chosha), se convirtió en una peregrinación de casi una hora. 🙁
Aunque bueno, Sergio se encontró por el camino a «un colega» con el que se paró a hacerse una fotillo…

Deadpool en Shinjuku

Nos fuimos directamente al observatorio de la torre norte, que es la que normalmente está abierta hasta las 11 de la noche. El observatorio está a unos 202 metros de altura y desde allí se tienen una vistas espectaculares de Tokio.
Algo que juega muy a favor de este lugar es que la entrada es completamente gratuita: solo hay que pasar un control de seguridad antes de subir al ascensor que nos lleva hasta la planta 45.
Y esto es lo que te encuentras al llegar arriba:

vistas desde el Tokyo Government Building 1

vistas desde el Tokyo Government Building 2

vistas desde el Tokyo Government Building 3

vistas desde el Tokyo Government Building 4

vistas desde el Tokyo Government Building 5

(Perdonad por la calidad de las fotos, pero el cristal hace que refleje muchas veces la imagen; además, está prohibido usar trípode, así que no han salido demasiado bien…)

Pues sí que había merecido la pena hacer esa «excursión» no planeada hasta el Tokyo Government Building, porque nos gustó bastante. Quizás para otra ocasión hagamos la visita durante el día. 😉

Volvimos a coger el metro para dirigirnos ya hacia Asakusa pero esta vez no fuimos hasta la estación de Shinjuku: teníamos otra más cerca, la Tocho-Mae Station. De allí, con un cambio de línea en Kuramae, llegamos a nuestro barrio en una media hora aproximadamente, justo para la hora de cenar, que no habíamos probado bocado desde «los totoros». 😉
Yo ese día tenía un poco de antojo y me apetecía comer pizza, así que buscamos a ver si había algún sitio cerca que pudiera saciar mi apetito de comida italiana. Y mira qué suerte, que al lado del hotel encontramos el «Salvatore Cuomo & Bar», un restaurante  con comida muy rica, muy al estilo italiano y donde los camareros al llegar, en lugar del típico saludo japonés, lo hacían en italiano: ¡un show! Jajaja… Eso sí, como suele ser habitual en los lugares con comida que no es japonesa, la cena no fue precisamente barata. Pero oye, al menos se me habían quitado las ganas de pizza.